Ella quería ser inspiración.
A su alrededor todo era bello. Todos eran
arte.
Tanto anhelaba inspirarse que sus pulmones se
llenaban y se llenaban... y se llenaban... Su pecho crecía y crecía... y
contenía con dificultad. De tanto buscar, de tan inquieta y asustada, andaba
tiesa y contenida, la mirada demasiado afuera, demasiado atenta.
Así llegó a creer que eran otros quienes la
inspiraban, era el otro quien tenía y no ella, eran luz para poder ver, eran fuego
que calentaba. Era tal el brillo ajeno que deslumbraba su misterio.
En aquellos tiempos de ensueño, en ocasiones
inspiraba vientos dulces, soleados, vientos calmos. Pero la mar también trae
brisas consumidas, locas, brisas pegajosas, cargadas y rapaces, densas, e incluso brisas de
escaparate.
Tanta brisa inspiraba que cien tormentas, mil
torbellinos, diez mil relámpagos la sacudieron y el pecho-globo que aguardaba
estalló.
La codiciosa inspiración se ablandaba ahora,
se entregaba. La temerosa de dar, la acomodada esperante, exhalaba su-ser-así, su-ser-asá.
Exhalaba el reposo, exhalaba el gozo, se
exhalaba entera, rica o pobre, verdadera.
Paradojas del sentir, exhalando se inspiró.
Lila
Lila