Las modas dejaron de poner el compromiso de moda. Palabra feúcha, antigua, como tantas cosas desfasadas… Inevitable, por otra parte, cuando todo vuela en efímero. Y, hoy, duran lo que dura un suspiro, confundido ora con un deseo, ora con una dictadura.
El compromiso es, de entrada, una promesa con uno mismo. En nuestros días, un compromiso por estar, por continuar estando, para no dar un paso atrás, para no cejar. Una promesa de vida, no buscando conquistar metas, no, un compromiso sin esperanza, sin utopía, con desafío, con esfuerzo, con voluntad, con pasión, de nuevo, palabras de ultratumba.
Un compromiso renovado a diario, a veces a cada instante, dejándonos mecer por él, no maltratándonos en la soberbia de un acatamiento a costa de nosotros y de su esencia. Una escucha de su forma constantemente diferente pero presente. Una planta de riego diario.
Y un compromiso no tiene vuelta, ni cambio, ni contra-prestación. Un compromiso no juega al mercadeo habitual. Un compromiso se iza, se enarbola, y los hay, los más altos, que son invisibles, silenciosos y anónimos.
A los compromisos acompañan las lágrimas e ingentes frustraciones. Están hechos para titanes, nosotros somos mujeres y hombres, pero nuestro secreto es ese nosotros que nos vuelve invencibles.
Los compromisos son nuestro barlovento, nuestra fusta de sentidos. No son estáticos, se moldean moldeándonos, maduración constante, en el fondo, de esa última pregunta por responder, de ese reto que afrontar.
El compromiso es el contrapunto de ese egoísmo que manifiesta, tan a las claras, la batalla perdida, nuestra completa alienación, nuestra pérdida de naturaleza social.
Un compromiso es contigo, con el nosotros y, también, con aquello. En los lazos que se hilvanan nace el sentido, la libertad.
Nuestros compromisos, como todo, están hechos para ser compartidos, como esos castillos que apuntan al cielo, en común, una infancia esperanzadora.
Y la tarea más urgente es encontrar, cada uno, el suyo propio. Descubriendo, allá en el fondo, ese compromiso compartido que nos une a todos, esa vida por vivir que, cada uno de nosotros, tenemos por delante, vecinos unos de otros, sí, hermanos.