Un asana es como una puerta. Cuando la puerta está cerrada con llave o, peor, cuando está atrancada, y urge abrirla, no dudaremos en usar la fuerza si la maña es insuficiente. En la práctica del yoga, sin embargo, una se va dando cuenta de que las puertas del cuerpo y de la mente, aunque pudieran parecer tapias, son velos ligeros si los abrimos con amor, paciencia y pericia.
Cuando doy paso, ya no me esfuerzo egoicamente por el triunfo final, sino que entiendo y comparto mi ritmo interno. Así, como la hierba fresca o el incipiente brote, crezco escuchándome, sintiéndome alineada con el sempiterno y silencioso devenir.
Lila
Lila
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