A trompicones, a bandazos, con la mirada hacia
los lados, hacia dentro, atrás y adelante. El miedo presente. Miedo al síntoma,
miedo al inicio, miedo a mí mismo. Miedo al miedo. Culpabilidades. Soledades.
Náuseas, diarreas, mareo, experiencias alejadas
y distorsionadas y tantos y tantos indicios… sendas que la preocupación, la
atención alarmada, rastrea, recorre y crema.
Dime tú, ¿dónde vas?, ¿qué sientes?, ¿qué
notas?, ¿cómo respiras?
El silencio es atronador, la angustia borbotea.
Tiempos crispados que jalean cuerpos, mentes y
fármacos, combinando estimulantes y somníferos. Exigiendo eficacia, números y ese estar a la altura ya estratosférico.
Dime tú, ¿dónde vas?
Moliendo muelas, atracando vientres, aspirando
hasta la derrota la velocidad de los números, de las imágenes. Buscando esa
velocidad no hace mucho llamada progreso, ahora, Angelus Novus.
Dime tú. Hagamos más fácil nuestro decir. En
susurros cómplices, tú, yo, quizás ese nosotros perdido, podemos exorcizar el
malestar interiorizado, empujado hacia dentro, tragado, impuesto, convirtiendo
en plaza, pública, social, una velocidad que no es la nuestra.
Nacho
Nacho
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