dimecres, 25 de gener del 2012

El amor como motor de cambio

Toda tarea de cambio y transformación que incida en el protagonismo del sujeto debe apoyarse en un leimotiv que lo haga posible.

Este puntal no es otro que el amor, una manifestación más de la riqueza del término Cura. No en vano, esta palabra latina procedente del coera era utilizada en un contexto de relaciones de amor y amistad.

Expresaba la actitud de cuidado, de desvelo, de inquietud y de preocupación por la persona amada o por un objeto con valor sentimental.
Según otros, el término cuidado derivaría de cogitare – cogitatus que se corresponde en las formas de coyedar, coidar, cuidar. El sentido de cogitare – cogitatus es el mismo que el de Cura: cogitar, pensar, poner atención, mostrar interés, manifestar una actitud de desvelo y de preocupación[1].

La delicadeza, solicitud y celo que acompañan el verbo cuidar son algunos de los atributos que señalan la dimensión cálida y amorosa de toda actividad y actitud que se vertebre mediante el Cura.

El amor es, entonces, un camino más para desvelar la riqueza del Cura sui. Una actitud de cuidado tierno, de atención, de presencia y de calidez. De tacto, de sentir, de emoción.

Si nuestro presente bascula entre la incuria, la falta de cuidado y el exceso, el narcicismo, retomar el verdadero significado del término debe ser una tarea minuciosa, constante y atenta. Una tarea que si bien debe iniciarse hacia nosotros mismos, puesto que es la condición de posibilidad de la práctica del Cura sui, debe, también, desplegarse ante nuestro entorno como otra forma de relacionarnos más solidaria y cálida.


                             Nacho Bañeras




[1] BOFF, L., El cuidado esencial. Ed. Trotta, Madrid, 2002, p. 73.

divendres, 20 de gener del 2012

En el curso de su historia los hombres "nunca han cesado de constituirse a sí mismos, esto es, de modificar continuamente el plan de su subjetividad, de constituirse en una serie interminable y múltiple de diferentes subjetividades que nunca alcanzan un fin y que nunca son confrontadas con algo que sería el hombre como tal. Si el hombre se define por algo es por ser un animal de experiencias, un ser comprometido hasta lo infinito en un proceso que, en la medida que define un campo de objetos, es susceptible, al mismo tiempo, de ser modificado, cambiado de forma, transformado y transfigurado como objeto".

M. Foucault.




Si el ser humano se conforma por el cúmulo de experiencias que vive y se define por esta apertura no marcada por ninguna esencia, ideal, creencia... ¿Por qué no otorgar y dar mayor atención a eso que somos y que podemos cambiar? ¿Por qué no ejercer sobre nosotros ese ejercicio del cuidado sobre uno mismo, el Cura sui?, ¿Por qué no hacer de nuestra vida, de nuestra subjetividad, un arte, una liberación, un grito, un sentir, una transformación, un pensar emancipado...?

Hagamos del pensar, el sentir y la vida una transgresión de lo dado. Las propuestas son infinitas...



Nacho Bañeras


El primer paso: darse cuenta que hay un "lo dado", un legado que nos da, a la vez, lo que libera y lo que encadena, que nos permite ser y nos roba ser, al mismo tiempo.
Lo dado yo lo sacralizo y lo quemo al fuego ardiente.


Lila 

diumenge, 15 de gener del 2012

¿Por qué meditar?



Sentarse a meditar, aunque sea por un tiempo muy limitado y corto, ya lleva implícitos multitud de elementos que, por su simplicidad, a veces, no valoramos:

Sentarse a meditar es pararse. Inmovilidad. Inmovilidad del cuerpo, balanceo de la respiración y quietud o ralentización de ese pensar alocado.

Por las características de nuestro presente, frenético, veloz y sostenido, detenerse ya es de por sí todo un reto. Este reto es casi una transgresión. Una transgresión de los valores que nos rodean, de la obligación de hacer de nuestro tiempo algo permanentemente productivo, del mareo del sentirnos imprescindibles en el traqueteo de nuestras obligaciones. Una transgresión de la prepotencia de nuestra omnipotencia. Una transgresión de nosotros mismos.

El simple contacto con nuestra propia respiración, el escucharla durante un tiempo, abre la puerta a entablar contacto con otro tipo de temporalidad. Y, hoy, el tiempo, el hacerse cargo del tiempo, el reapropiárnoslo, se está convirtiendo en un acto que, a poco, se convierte en subversivo.

En la inmovilidad, en la escucha del respirar, en el silencio del cuerpo y en la reapropiación de nuestro tempo, se abre un espacio para atender a las sensaciones corporales: el balanceo rítmico en el vientre, el peso de las piernas, la piel… Una nueva relación con el cuerpo. No una posesión de éste, no su esclavitud, sino su vivencia. Una nueva transgresión.

Y nuevas puertas se van abriendo… desde esa escucha al cuerpo emergen, quizás, emociones escondidas en la velocidad de un pensamiento atareado. Ternura, ira, alegría, hastío, tristeza… nueva transgresión de un presente que prefiere la máscara fría y resolutiva a la cálida y cercana humanidad.

A través de estas vivencias, a veces por sorpresa, otras por la escucha, se contacta con el misterio de la iniciación, con ese silencio, a veces abrupto, a veces sedante, otras sinfónico…

Y nuevas puertas se van abriendo…


Nacho Bañeras    

dimecres, 11 de gener del 2012

Desesperanza


La desesperanza es una espera
Una espera en llanto, una espera angustiante.

Una espera en vacío
Un vacío yermo.

Una espera sin rumbo, sin columna
Un espacio sin tiempo, sin coordenadas.

Un empeño hacia el fondo
Un dolor sin compañía.

Una respiración entrecortada
Un mordisco hacia dentro.

Un vacío en barbecho
Un vacío y una espera preparada para el cultivo
Un cultivo de uno mismo
Un cuidado de uno mismo
Un vacío fértil, abierto.

Una espera para la danza
Una posible esperanza.

                                                                                                          Nacho Bañeras

diumenge, 8 de gener del 2012

El vacío y el amor


Agradezco vuestra presencia, la de los lectores para los cuales escribo, y escribimos, y agradezco especialmente la escucha de los oyentes de la charla que di recientemente en Aula, en la que intentaba encontrar relaciones y versiones entre el vacío y el amor. La leve angustia que me acompañó al día siguiente me impulsa a escribir este escrito.
Subrayo la idea principal de dicha relación:
El amor requiere el vacío.

Una primera evocación que vincula estos dos términos se refiere al vacío que deja la falta de amor. De ahí emergen algunas versiones. Una de ellas se refiere al hueco que deja el ser amado cuando se va, por muerte o abandono, incluso aún habiendo sido nosotros quienes hemos dado el paso de separarnos. Ahí necesitamos entrar en el duelo, que pasa por diferentes etapas y que es lento, para curar el dolor que va a permitir reabrir el hueco y volver a amar a otro/a. Otro derrotero será cuando el duelo se detiene, bien por negación del dolor o bien por estancarse en la melancolía al no soltar el fantasma del otro. Ambos caminos obturan el hueco necesario para amar.
Del vacío del que más hablé es del que nos constituye, del que nos atraviesa gracias a que somos mamíferos con un lenguaje altamente simbólico. Iniciamos nuestra identidad sobre la base de una imagen que, imaginariamente, nos permite sentirnos enteros, como si fuéramos de una pieza. Si tenemos la suerte de que el padre o sustituto nos facilite separarnos de la natural simbiosis con nuestra madre, podemos entrar, al menos, en el ámbito de la rivalidad que reza o yo o tu. Es una etapa necesaria del desarrollo, donde sigue operando masivamente el pensamiento mágico y que, si permanece en el tiempo, potencia la competitividad y la guerra. Necesitamos resquebrajar el ideal para poder amar además de odiar. Para dar espacio a mi y a los otros. Si yo no puedo sentir confianza en mí y en los demás (sabiendo, por supuesto, que los otros pueden ser tan bichos como yo) es porque estoy sosteniendo una imagen de mí que no me permite no ser. Que no me permite ser nada. Esa nada necesaria para poder amar de forma madura, no sólo depender o hacerme imprescindible o bien confundirme con el otro.
La filosofía oriental nos alienta a desidentificarnos de nuestras características y de nuestros deseos, nos invita a desapegarnos para ir descubriendo la mentira de las apariencias. La Gestalt nos invita a identificarnos con todas nuestras características, a ser todo lo que identificamos que somos, enfatizando lo que querríamos evitar, y nos acompaña a vivir todos nuestros opuestos. Es así, estirando los polos, siendo tan cabrón como bondadoso, dependiente como contradependiente… como podemos ir transitando por el centro indiferenciado, generador de cada polo y común a todos ellos. Es así como podemos ir transitando la nada generadora de todas las características que halló Friedlaender -el primero de los tres maestros que Fritz Perls reconoció. Esa nada, ese vacío fértil necesario para dejar el control a la situación y abrirnos a poder amar. Ese vacío que el narcisismo no resquebrajado ni asumido no permite.
No sabemos, nos inquieta, nos asusta y angustia, y también nos avergüenza, reconocer que estamos solos. Que aunque estemos hechos todos de la misma pasta, de la misma materia, somos seres sueltos. Y si maduramos, somos atravesados por el vacío que nos va a permitir encontrarnos. Eso, si no pretendemos que el otro nos llene el nuestro o llenarnos a través de llenar el vacío del otro. Para ello, sólo cada uno/a puede hacer el trabajo de identificar, gritar, rabiar, llorar… la carencia de amor infantil; asumiéndola, sin pretender llenarla. Llenarla es obturar el hueco necesario para poder interactuar, negociar, entrar en contacto y retirarse, poder sufrir y disfrutar.
Por cierto, es imposible querer, amar, apreciar verdaderamente, si no nos apreciamos y amamos a nosotros mismos, tanto en nuestras grandezas como en nuestras miserias. Tarea nada fácil.
Ahí, frágiles, vulnerables, no de una pieza, solos, ventilados como el gruyere y manejándonos con la pretensión de no ser eso, es donde podemos dar lo que no tenemos al otro que no es. Así es como podemos dejarnos afectar y también ¡oh, sorpresa!, abrirnos al vacío y al amor… ¿universal?


Cristina Nadal i Muset

Una escucha es un Silencio


Una escucha es un Silencio.

Un Silencio lanzado al Otro, un Silencio lanzado al Entorno.
Un Silencio rico en sentires, pozos, juicios y sonrisas.

Una escucha es un estar atento, un tacto y una mirada.

Un tiempo que se alarga, un espacio que se abre.
Una relación que se acerca o aleja.
Un respirar común.

Un mecerse entre tú y yo.  Una plaza en común o un parapeto.

Una escucha es un Silencio vivo, un silencio en movimiento.
Un vaivén. La arena y la ola.

Una escucha es un Silencio, sí, repleto de sinfonías.


Nacho Bañeras

Petites aturades quotidianes

M'assec sobre el coixí. Les cames creuades, la cintura més alta que els genolls, la columna ben dreta, les mans al bressol.
Respiro...
Sóc conscient del terra, que em dóna suport. En ell descanso.
Respiro...
Noto la pelvis en tres dimensions. És una cavitat generosa que em recull com un bol. En ella reconec la meva feminitat: receptiva i amorosa. Des d'ella m'elevo lleugera, despertant la meva masculinitat: perseverant i focalitzada.
Respiro...
Sóc dos pols que es troben, canal que respira. Sóc silenci tendre i clar.


Lila (Mariona Puigferrat)

mi misterio

Si supiera a dónde voy, mis pies serían losas.
Si supiera quién soy, moriría en duelo.
No me guía el saber, porque no da consuelo.
Me guía el misterio, sobre todas las cosas...



Lila (Mariona Puigferrat)

Sujetos sujetados

Las individualidades se construyen a través de lenguaje, relaciones, normativas, culturas, contextos… dibujando una inmensa red que, enlazándola, quizás, acaba por interpretarse.
Ese vínculo con indeterminados elementos nos sujeta y, paradójicamente, nosconvierte en sujetos.
Así pues, sí, es una operación, un proceso que conforma o más bien nos con-forma.

¿Pero qué clase de sujeto se configura? Un sujeto construido desde un afuera, un recipiente que adquiere la forma de un contenido que le vuelcan. Un sujeto-sujetado a experienciar una vida y una forma de vivir impuesta. Un individuo conformado y conformista con su forma.
Y esa imposición no es sólo la de un estilo de vida sino la de una única configuración subjetiva: productiva, disciplinada, consumista, individualista, egótica…

¿Es eso un sujeto o un sujeto-sujetado?

¿Puede uno adueñarse de su vida, sus pensamientos, sus emociones y su cuerpo? ¿Puede uno adueñarse de “sí mismo”?¿Qué es ese “sí mismo”? ¿En qué consiste eseadueñarse?


Nacho Bañeras