dimarts, 20 de març del 2012

Diafragmas afectivos


(manual/propuesta de lectura: comodidad, espalda recta, manos en el vientre, respiración levemente más profunda, notando el movimiento de las manos. Inhalar con la primera frase, exhalar con la segunda)


1.  Acoges aire con las manos, en el vientre,
2.  acompañas su salida notando la pesadez de la mandíbula.

1.  Recoges aire, repitiendo, familiarizándote,
2.  sintiendo la pesadez de todo el cuerpo.

1.  Aires de libertad, espacios que se abren,
2.  tiempos que se detienen.

1.  Notando la respiración a su ritmo,
2.  dejando que sea el tuyo.

1.  Nariz, cuello, pecho, vientre,
2.  piernas, hombros, mandíbula.

1.  Alimentas,
2.  relajas.

1.  Recorres senderos de sensaciones,
2.  aflojas goznes que se abren.

1.  Recuerdas fuerzas que afloran,
2.  sonríes deberías que evaporas.

1.  Creces hacia el cielo,
2.  enraízas en la tierra.

1.  Alimentas,
2.  relajas.

1.  Silencios hacia dentro,
2.  entregas que desvaneces.

1.  Movimiento,
2.  quietud.

1.  Corporizando acompasares,
2.  abandonando identidades.

1.  Vientre,
2.  emoción.

1.  Alimentas,
2.  relajas.

1.  Emoción,
2.  vientre.

1.  Aspirando tonalidades,
2.  despidiéndote de palabras.

… frescos albedríos que inicias… diafragmas afectivos.

Nacho

dimecres, 14 de març del 2012

El cuerpo es un olvido


Merleau-Ponty casa diafragma con afectividad. Coletazo más de su rica noción de subjetividad encarnada. Mirada y pacto de paz entre el pensar y la corporalidad, entre la filosofía y la carne.

Sus escritos, como tantos otros, son escombros de un pasado que no parece tener presente ni porvenir. El cuerpo continua siendo maniquí a embellecer, herramienta para trabajar, materia a redimir, sublimar o castigar. Una propiedad privada, un espacio sellado.

Sin embargo, el cuerpo dibuja siempre, tan visible y transparente, nuestra forma de habitar el mundo. Contornea, manifiesta y aflora ese fortín, a veces conocido otras por conocer, de culturas, juicios, edades, experiencias, ideas, sexos, cosmovisiones, tradiciones… con los que vamos tejiendo (porque tejemos y no recibimos) aquello que nombramos como Yo, de nuevo, conocido o por conocer.

Hay cuerpos sedosos, maltrechos, laboriosos, sedientos, opulentos, castigados, juveniles, enfermos…

Es el cuerpo el puente entre mi cosmovisión y el mundo. Lo es, junto con la mirada y el habla, en el gesto, la expresión, el impulso o la retención.

El cuerpo acompaña, a cada instante, mi pensar. Lo enfatiza, transgrede, contradice o censura.

No obstante, el cuerpo es un olvido, un terreno sin tierra. Una sombra inquietante, un yo – a – combatir. Una guerra silenciosa.

Es una fuerza que, en fantasía aflorada, nos arrastra hacia aquel miedo más soterrado. Aquello que nos conecta con nuestro instinto, la agresividad, el llanto, el deseo, el cansancio, la fuerza, el sexo, el gozo, la ternura, el hambre…  La rutina, amén el ideal y ante el miedo a lo desconocido y lo incontrolable, es la disputa con nosotros, haciendo más temible aquello que desconocemos.

Y apretamos, desconectamos, tensionamos o bloqueamos.

El vientre, como la mandíbula, el entrecejo, las manos, los hombros o la mirada, es un hilo más por rastrear y descubrir.

El vientre. Una madriguera en movimiento, una bomba de relojería, un escondite acorazado, una tierra en barbecho. Una puerta por abrir, un lugar desde donde inhalar.

¿Diafragmas afectivos?    


Nacho

dimarts, 6 de març del 2012

Yoga amb acompanyament


El yoga que habitualment practiquem avui és com robar-li el Ferrari al papa sense saber conduir. Potser aconseguim arribar als pedals i posar primera, però desconeixem el poder real de tants cavalls.

Hem aconseguit rebre el llegat d'una tradició poderosa, però pel camí hem perdut la manera com se'ns fa nostra.

Antigament, l'aprenentatge i la pràctica s'acompanyaven. Avui, en una mena de metàfora dels temps que corren, caminem sols i visitem l'espai de yoga com a consumidors. Senyoreta, vinc al taller de reparacions, em cal apretar un parell de cargols que grinyolen. Al parquet, mirem de posar a punt la màquina, i això serviria si fóssim una màquina o si tinguéssim una màquina al nostre servei. Però no.

Som éssers vius que respiren com senten, que es mouen com pensen, que pateixen com es contrauen, que riuen com es deixen anar. I quan la pràctica es fa regular i profunda, tot allò que tapàvem amb contraccions diverses, aflora. I en això ens quedem sols. Què faig amb tot això que em confon, que m'obra portes, que em qüestiona, que m'emborratxa, que m'impulsa...?

Quan practico yoga aprenc a contactar holísticament amb mi. Faig més presents les percepcions a tots nivells (físic, emocional, mental) i, sovint, em perdo intentant comprendre què em passa, per què sento allò que sento, què faig amb tot això que és tan nou i tan vell (i tan bell) alhora. Perquè a l'escola o a la plaça ningú m'ha parlat de com gestionar emocions, idees, sensacions... i ara em menjo un plat suculent i no sé com digerir-lo.

L'acompanyant no té la bareta màgica, ni coneix el destí últim dels mortals, però fa més anys que camina i coneix algunes trampes, com obrir algunes portes, quins bolets són tòxics i quines plantes curatives. L'acompanyant no és exactament un guia, és més aviat un gat vell que ha après quan saltar i quan aturar-se.


Lila


dijous, 1 de març del 2012

Terapia


Llamamos terapia al proceso mediante el cual aquél que lo realiza recorre un camino para solucionar algún tema que lo afecta. 

Ese afectar acostumbra a ser doloroso, ansioso, triste, depresivo… 

El solucionar que mentamos es una muletilla, ya que un proceso terapéutico no tiene por objetivo restaurar unos hechos, vivencias, sentimientos o, incluso, personas. Un camino terapéutico tiene por objetivo, principalmente, abrir los ojos, contactar con nosotros (en los tres niveles: mental, emocional y corporal) y hacernos responsables de aquella parcela que nos es propia: nuestra capacidad emancipadora, transparente (con nosotros y los otros) y activa.

Especialmente, es ir desvelando ese juego que todos hemos ido creando para evitar frustraciones, miedos, deseos, rabias o necesidades. Ese velo repleto de ideas, juicios y creencias que, como un castillo, nos evitan contactar con otra parte nuestra más fresca y vital.

Un proceso terapéutico consiste, también, en un redescubrimiento de nuestra dimensión afectiva y corporal. Una dimensión que nuestro entorno y cultura ha mirado de controlar menospreciando los lloros, los miedos y los deseos. Este proceso, por tanto, se encamina no sólo a descubrir esa parte, sino también a darle un espacio desde la ternura y la aceptación, equilibrando una dura tensión personal entre el debería y el querría.

Finalmente, recobrando la definición inicial, tomamos conciencia, echando una mirada a cada experiencia personal, que terapia, como indica la palabra, es un proceso de cura, un mundo más amplio.

Una cura que, quizás, al inicio necesita ser paliativa pero que deviene y es, en el tiempo, un proceso de descubrimiento y crecimiento.

Esta segunda dimensión, este camino de apertura, se convierte en un hilo dispuesto  a ser estirado. Una invitación para la frescura y el auto-apoyo.

Nacho