dijous, 1 de març del 2012

Terapia


Llamamos terapia al proceso mediante el cual aquél que lo realiza recorre un camino para solucionar algún tema que lo afecta. 

Ese afectar acostumbra a ser doloroso, ansioso, triste, depresivo… 

El solucionar que mentamos es una muletilla, ya que un proceso terapéutico no tiene por objetivo restaurar unos hechos, vivencias, sentimientos o, incluso, personas. Un camino terapéutico tiene por objetivo, principalmente, abrir los ojos, contactar con nosotros (en los tres niveles: mental, emocional y corporal) y hacernos responsables de aquella parcela que nos es propia: nuestra capacidad emancipadora, transparente (con nosotros y los otros) y activa.

Especialmente, es ir desvelando ese juego que todos hemos ido creando para evitar frustraciones, miedos, deseos, rabias o necesidades. Ese velo repleto de ideas, juicios y creencias que, como un castillo, nos evitan contactar con otra parte nuestra más fresca y vital.

Un proceso terapéutico consiste, también, en un redescubrimiento de nuestra dimensión afectiva y corporal. Una dimensión que nuestro entorno y cultura ha mirado de controlar menospreciando los lloros, los miedos y los deseos. Este proceso, por tanto, se encamina no sólo a descubrir esa parte, sino también a darle un espacio desde la ternura y la aceptación, equilibrando una dura tensión personal entre el debería y el querría.

Finalmente, recobrando la definición inicial, tomamos conciencia, echando una mirada a cada experiencia personal, que terapia, como indica la palabra, es un proceso de cura, un mundo más amplio.

Una cura que, quizás, al inicio necesita ser paliativa pero que deviene y es, en el tiempo, un proceso de descubrimiento y crecimiento.

Esta segunda dimensión, este camino de apertura, se convierte en un hilo dispuesto  a ser estirado. Una invitación para la frescura y el auto-apoyo.

Nacho

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada